
(extraido del libro "El concepto del continuum. En busca del bienestar perdido" de J. Liedloff)
Jean Liedloff es una antropóloga que partió en busca de diamantes a la selva amazónica, allí descubrió otra clase de tesoro: los Yequana. En su prolongada convivencia con estas tribus le sorprendió la vitalidad física, mental y emocional de los niños Yequana y decidió escribir un libro sobre sus descubrimientos. Su libro se ha traducido a 16 idiomas.
"No es competencia de la facultad intelectual decidir cómo debe tratarse a un bebé. Mucho antes de convertirnos en algo parecido al homo sapiens, ya teníamos unos instintos exquisitamente precisos, expertos en cada detalle de la crianza de los hijos. Pero hemos conspirado para confundir este antiquísimo conocimiento de un modo tan absoluto que ahora recurrimos a investigadores para que se dediquen plenamente a resolver cómo debemos comportarnos con los hijos.
La parte consicente de la mente, como buena "consejera técnica" en la guerra del otro, al er sus acciones equivocadas, debería intentar mantenerse apartada de los asuntos que no son de su incumbencia y abstenerse de ahondar en un territorio desconocido. Hay, como es natural, un montón de trabajos que nuestra capacidad razonadora puede realizar, y ésta no tiene por qué usurpar el que durante tantos millones de años ha estado dirigiendo las infinitamente más refinadas e informadas áreas de la mente llamada instinto. Si estas areas fueran también consicentes, inutilizarían nuestra cabeza en un instante por la simple razón de que la mente consciente, por naturaleza, sólo puedo considerar una cosa a la vez, mientras que el inconsciente puede hacer cualquier cantidad de observaciones, cálculos, síntesis y ejecuciones de manera simultánea y correcta.
En este contexto "correcta" significa aquello que es adecuado para el antiguo "continuum" de nuestra especie, ya que se adapta a las tendencias y expectativas con las que hemos evolucionado. Las expectativas, en este sentido, se encuentran tanto en el hombre como en su propio diseño. Sus pulmones no sólo contienen aire sino que puede decirse que son una expectativa de él; sus ojos son una expectativa de los rayos solares de una específica longitud de onda a través de los cuales ve todo lo que le conviene ver en las horas adecuadas para su especie; sus oídos son una expectativa de las vibracionees causadas por los eventos que probablemente más le conciernen, incluyendo las voces de otras personas; y su propia voz es una expectativa de unos oídos que funcionan a su vez de manera similar. La lista es infinita: la piel y el cabello impermeables, una expectativa de la lluvia; el vello en la nariz, una expectativa del polvo; la pigmentación de la piel, una expectativa del sol; el mecanismo de transpiración, una expectativa del calor; el mecanismo coagulador, una expectativa de los accidentes en la superfície del cuerpo; un sexo, una expectativa del otro sexo.
¿Qué es lo que sabemos de las expectativas inherentes al hombre? observar otras especies puede ser últi, pero estudiar sujetos humanos que no hayan abandonado el continuum de una conducta y entorno adecuados es más útil.
Las expectativas con las que afrontamos la vida están relacionadas de un modo inextricable con las tendencias (por ejemplo, a lactar, a evitar un daño físico, a gatear, a explorar, a imitar). A medida que vamos experimentando el trato y las circunstancias esperadas, la colección de tendencias que hay en nosotros interactúan con ello, de nuevo como la experiencia de nuestros antepasados la han preparado para hacer. Y cuando las expectativas no se ven cumplidas, las tendencias correctivas o compensatorias se esfuerzan por restablecer la estabilidad.
Este continuum humano puede definirse como la secuencia de experiencias que corresponde a las expectativas y tendencias de nuestra especie en un entorno consecuente con aquello en lo que esas expectativas y tendencias se formaron. Incluye que las otras personas que forman parte de aquel entorno se comporten y nos traten adecuadamente.
La evolución crea a través de la diversificación, que se adapta con más precisión aún que antes a nuestras necesidades. Y el cambio destruye al introducir una conducta o una situación que no tienen en cuenta toda la variedad de factores relacionados con servir a nuestros mejores intereses. Todo cuanto el cambio puede hacer es reemplazar una pieza de una conducta bien integrada por otra que no lo sea; sustituye aquello que es complejo y adaptado por lo más simple y menos adaptado. La evolución crea estabilidad; el cambio, vulnerabilidad.
La tarea del bebé pegado al cuerpo de la madre es tener experiencias que le permitan más tarde estar preparado para seguir desarrollándose para ser independiente. La contemplación y participación pasiva de estos acontecimientos asombrosos, violentos, amenazadores que son el lote diario de un bebé en brazos de su ocupada madre constituyen unos componentes básicos para que confíe en sí mismo. Forman parte de los elementos que componen el sentido del yo.
La falta de un sentido del paso del tiempo no supone una desventaja para un bebé intrauterino o para un bebé que esté en contacto con el cuerpo de la madre, simplemente se sienten bien; pero para un bebé que no esté pegado al cuerpo de la madre, el hecho de no poder mitigar cualquier parte de su sufrimiento mediante la esperanza -que depende del sentido del tiempo- es quizás el aspecto más cruel de su terrible experiencia. De ahí que su llanto no pueda contener ni siquiera un vestigio de esperanza, ya que actúa como una señal para encontrar alivio.
Las expectativas evolucionadas son, por naturaleza, certeras, hasta que son traicionadas; en cambio, las expectativas aprendidas, que se alejan de aquellas, tienen el carácter negativo del desencanto y se manifiestan como dudas, sospecha, miedo a ser herido por una nueva experiencia o lo más irreversible de todo, como resignación.
Durante el nacimiento, hay por tanto "shocks" que no causan un "shock", ya sea porque el bebé los esperaba -y si no hubieran ocurrido los habría echado de menos- o porque no han ocurrido todos a la vez. El recién nacido que llega al mundo con la placentera experiencia de haber tenido una serie de expectativas que han sido colmadas en el útero, esperará o, con más exactitud, tendrá la certeza de que sus nuevas expectativas también serán satisfechas.
El periodo inmediato al nacimiento es la etapa más impresionante de la vida fuera del cuerpo materno. Aquello con lo que el bebé se encuentre será lo que él sentirá que la naturaleza de la vida es.
Cada terminación nerviosa bajo la piel recién expuesta del bebé desea intensamente el abrazo esperado; todo su ser, el carácter de todo cuanto él es, le conduce a ser sostenido en brazos. Durante millones de años, los recién nacidos han mantenido un estrecho contacto físico con sus madres en el momento de nacer. Durante las últimas centenas de generaciones, algunos bebés han sido privados de esta importantísima experiencia, pero este hecho no ha disminuido la expectativa de cada nuevo bebé de que se encontrará en su lugar correcto.
El Continuum de un individuo es global, en el sentido de que forma parte del Continuum de su familia, que a su vez es parte del Continuum de su clan, y el la especie, y el Continuum de las especies humanas forma parte del Continuum de la vida sobre la tierra.
Un bebé continuum desde el momento en que nace está siempre en contacto con el cuerpo de alguien. Antes de que el cordón umbilical se desprenda, la vida del bebé ya está llena de acción. La mayor parte del tiempo está durmiendo, pero incluso mientras se acostumbra a las voces de su familia, a los sonidos de las actividades que ésta lleva a cabo, a los topetazos, a los zarandeos y los movimientos imprevistos, a las detenciones inesperadas, a los alzamientos y a las presiones en las distintas partes del cuerpo mientras su cuidadora lo cambia de postura, a los ritmos del día y de la noche, a los cambios de textura y temperatura de la piel de la madre, y a la segura y correcta sensación de ser sostenido por un cuerpo vivo."